domingo, 21 de febrero de 2021

La mejor espada - Promoción - Ebook GRATIS - Finalizada

Ya terminó el evento del Ebook Gratis en Amazon, y gracias a todos logramos obtener 96 descargas del libro. 



Estoy muy contento con la difución que logramos y seguiremos trabajando para hacerlo llegar a más personas. Realmente, muchas gracias a todos los que hicieron esto pobislbe. 

En estos días estaremos trabajando en más publicidad para el libro y despues comenzaré con las primeras páginas del segundo. Esten atentos a las novedades.

martes, 16 de febrero de 2021

La mejor espada - Promoción - Ebook GRATIS

Quería anunciarles que a partir del día de mañana, y por un plazo de 3 días, el ebook "La mejor espada" se encontrará gratuito en Amazon. 



El link es el siguiente: Amazon - La mejor espada


Les pido que dejen su valoración del libro.

Espero lo disfruten.

jueves, 11 de febrero de 2021

La mejor espada - Libro tapa blanda


 

En el día de hoy fui a retirar la tirada del libro en tapa blanda. Como les comenté anteriormente, ya casi finalizo los tramites obligatorios, lo único que me hacía falta eran dos copias en físico del libro y ya las tengo.

Decidí solicitar cincuenta copias por motivos de precios ya que el costo no difería mucho en comparación a tiradas de cinco, doce y veinticuatro ejemplares, pero si aumentaba a mayores cantidades. Luego de distribuirlos entre familiares y amigos, si sobran ejemplares, haremos un sorteo para repartir el resto. 

 


 

Ya en los próximos días, quizá la semana próxima, ya estaremos publicando en Amazon. Esten atentos a las publicaciones de aquí o del instagram para novedades, veré de publicarlo gratis por unos días.   



domingo, 7 de febrero de 2021

La mejor espada - Prólogo entero

 

Luego de varias sugerencias, voy a compartir el primer capitulo del libro. 

 

Espero que les agrade, cualquier comentario es bienvenido. 


En los próximos días estaré compartiendo más avances y novedades, si les interesa suscribanse. 


Muchas gracias.


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Prólogo

 

El sol se escondía detrás de las montañas lejanas del norte. Los soldados en el campamento se encontraban impacientes, sus enemigos estaban silenciosos y ellos nunca eran silenciosos. Solo se escuchaba el ruido del agua de río que los rodeaba, los murmullos de sus compañeros, uno que otro grito cargado de órdenes. Pero ningún sonido proveniente del otro lado del campo, donde debía estar el campamento adversario.

Sus tropas consistían en aproximadamente mil solados, de diversas edades y lugares, todos reunidos físicamente allí representando al imperio de Zamtyr, pero cada uno con la mente en su hogar. Cuando su patria entró en conflicto armado contra las fuerzas de Le’ger para ocupar un territorio acuestas del río, fue cuestión de tiempo que el emperador hiciera reclutamiento de todo hombre capaz de luchar de los pueblos cercanos. El río representaba una línea de salida al mar, el mar representaba conectividad con otros reinos, la conectividad representaba comercio, el comercio representaba oro y el oro era el impulsor de todas las guerras.

Era el año 784 de Zetch, y han pasado seis meses desde el inicio de la guerra entre Zamtyr y Le’ger, y Tory estaba cansado de ella. Él soñaba con su esposa, su hija, su granja y con el gran árbol en su jardín. Amaba ese árbol. Bajo ese árbol él jugó de niño, le propuso matrimonio a su mujer, su hija dio sus primeros pasos allí. Había vivido bajo ese árbol y quería morir bajo el.

Tory era el segundo al mando de la segunda división, y eso fue gracias a su estado físico. A pesar de ser un hombre mayor con la mayoría de su pelo canoso, su cuerpo era musculoso gracias al trabajo diario del campo. No era un hombre alto, pero era más alto que la mayoría de los hombres. Tenía conocimiento de la espada gracias a su padre y su habilidad para liderar hasta ese momento solo aplicaba para rebaños de ovejas. Ser subcomandante era un rango importante, el ejército de Zamtyr en aquel lugar tenía un general y cinco comandantes, uno por cada división y un subcomandante por cada uno de ellos.

A medida que el sol desaparecía, el frio de la noche se intensificaba y tan solo la débil llama de una hoguera era la única fuente de calor. Tory se acercaba al fuego cuando oyó unos pasos familiares detrás de él.

-          Tory, ¿Qué haces aquí? Te buscaba.

Tory se volteó a ver a Elo con dos raciones de comida en sus manos. Era un muchacho joven de tan solo dieciséis inviernos, de cuerpo delgado y corto de estatura, un joven que pasaría inadvertido en una multitud sino fuese por el hecho que Elo tenía un cabello rojo como el fuego y unos ojos azules como el agua, nadie ignoraba la presencia de aquel joven. Su padre, el herrero del pueblo, era un buen amigo de Tory, muy viejo para la guerra y por eso, su hijo tomó su lugar. Tory le había prometido que cuidaría de su hijo.

-          Descansar, tú deberías hacer lo mismo. En cualquier momento nos llamarán a luchar. Todas las noches es lo mismo.

 

-          Esta noche es diferente. – dijo el joven herrero con una sonrisa en su rostro. – Escuché decir que los soldados de Le’ger retrocedieron. Nuestros generales están armando un plan para avanzar y ocupar el terreno mañana.

 

-          ¿Retrocedieron? – Cuestionaba Tory con asombro y preocupación. – No tiene sentido. Hasta ayer se mantuvieron firmes como rocas, no pudimos hacer que den un solo paso hacia atrás. ¿Y hoy retrocedieron? ¿Qué cambió?

 

-          Cálmate, suenas como un anciano. – dijo Elo riéndose – Por fin ocurre algo bueno en esta lucha y tú quieres buscarle la falla.

Tory miró al joven de reojo. – En una guerra siempre debes pensar que cada acción del otro bando tiene más de un objetivo.

-          ¡Ja! está bien, lo pensaré, pero luego de la cena. Toma come – Decía mientras le acercaba uno de los platos con sopa – Lo preparó el tuerto Riff, yo que tú comería con cuidado.

Ambos se rieron y Elo se sentó a su lado. Mientras comían ninguno dijo más nada, solo disfrutaron de una compañía amigable en un sitio lleno de miedo y olor a sangre.

Ya de noche, el ambiente se encontraba en calma salvo por las nubes que anunciaban la llegada de una tormenta. – ¿Crees que algún día podremos olvidar esta guerra? – Preguntó Elo con voz temblorosa. – He visto y hecho cosas que me atormentan de noche, ¿Viviré con estas pesadillas por siempre?

Elo formaba parte de la quinta división, ellos rara vez participaban del combate, pero casi siempre les tocaba la tarea de recuperar las armas y armaduras de los caídos, un trabajo sucio. Un joven como él no debería estar en un campo de batalla, debería estar disfrutando de su vida, aprendiendo un oficio y buscando una pareja. – Dudo que se vayan, quizá se tranquilicen, pero no se irán. Y eso es bueno, que te sientas así indica que eres un buen hombre Elo. Tu padre estaría orgulloso.

-          Gracias Tory. – Dijo Elo limpiándose una lagrima que le caía por el rostro. – Nuestras conversaciones me han ayudado mucho, sin ellas me hubiese vuelto loco desde el inicio de la guerra.

Sin esperarlo oyeron el estruendo de una trompeta, y la vida del campamento regresó velozmente. La tranquilidad de la noche fue remplazada por gritos, que amontonados solo se convertían en ruido, y soldados corriendo en todas direcciones y sin ningún destino.

Los dos amigos se levantaron y se dirigieron al puesto de mando que se encontraba casi del otro extremo del campamento. Las carpas eran de color rojo, pero ya se veían manchadas de barro, estaban dispuestas en hileras dejando un espacio en el centro donde se ubicaban los puestos médicos. En el extremo norte, en una gran carpa con bordes amarillos se distinguía el puesto de mando y la carpa del general. Todo el campamento se encontraba rodeado por una barricada hecha de troncos de árboles cortados días anteriores. En todas direcciones se veía verde y dorado en movimiento, los colores de los uniformes de Zamtyr. El grupo estaba tomando posición.

En su camino se cruzaron con Red, que recogía su equipo. El hombre era el comandante de la tercera división y a diferencia del resto de los comandantes, no había dejado que su posición se le subiera a la cabeza. Red era un hombre redondo casi sin cabello y de piernas cortas, pero su habilidad con el arco era la mejor del campamento.

-          En el nombre Zetch, ¿Qué está ocurriendo? – Preguntó Tory, con su mano en el mango de su espada, un reflejo que adquirió en su tiempo de soldado.

 

-          Tory, Elo, que bueno verlos. De prisa, tomen su equipo y síganme, no hay tiempo que perder. Los bastardos de Le’ger contrataron a los mercenarios de la nieve.

 

-          ¿Cuántos de ellos? – Dijo Tory con voz apagada.

 

-          Contaron cerca de cien de ellos. Debemos correr hacia el general, a esperar sus órdenes. Están decidiendo si quedarse a combatir o huir.

 

-          ¿Por qué tanta preocupación por solo cien mercenarios? Nosotros somos más de setecientos según el último conteo, no deberíamos tener problemas contra ellos. – Dijo Elo sin entender qué les preocupaba a los dos hombres, pero el miedo en su voz era notable.

 

-          Elo, los mercenarios de la nieve son otra cosa diferente, no son humanos, son criados para matar. – Contestó Tory con voz elevada, casi como un grito. – Entiende muchacho, Le’ger retrocedió porque ya no había más nada que hacer, los cien que enviaron harían el trabajo en su lugar. Esperemos que el general llame a la retirada, sino será morir en vano.

La calma del campamento desapareció por completo, la noticia de los mercenarios estaba alcanzando a todos los oídos. Ya podían verse los que se habían dado por vencido y se encomendaban a los dioses, aquellos que sus ojos buscaban una forma de poder huir y solo unos pocos que se preparaban para confrontarlos.

Los tres llegaron al salón de mando, para recibir instrucciones. El general Ritel, un hombre alto y serio, había sido enviado desde la capital para reclutar un ejército de campesinos, herreros y cualquier otro hombre que quisiera luchar por cincuenta monedas de plata. Cincuenta monedas de plata eran suficientes para que una familia cubriese todos sus gastos por casi medio año, era un monto muy alto para ser rechazado con facilidad. En la carpa, junto con un grupo de comandantes, Ritel se encontraba observando el mapa de la zona, quizá decidiendo como llevar a cabo el combate, o buscando la mejor ruta de escape.

Al levantar la mirada el general clavó sus ojos en Tory. – Soldado Tory. – Gritó Ritel. – A usted lo esperaba. Desde este momento es el comandante de la segunda división, felicidades. Aquí tiene sus órdenes. – Dijo extendiendo un trozo de papel.

-          Disculpe general, pero ¿Y el comandante Septio?


-          Ese cobarde huyó. Ya lo encontraremos y será ejecutado por traidor. Ahora lea sus órdenes y junte a sus tropas. No hay tiempo que perder. 

Tory desenvolvió el trozo de papel que tenía en sus manos y lo leyó detenidamente.

 

Al comandante de la segunda división, sus órdenes

son retirarse por la salida oeste y rodear el campamento

por el río para situarse en la retaguardia de las tropas enemigas.

Así realizar una operación de yunque en conjunto con la primera división.

Que la bendición de Zetch este de su lado.

 

Levantó la mirada lentamente y miró a Elo, quien le dijo. – Iré a buscar a mi comandante, quizá esta vez debamos combatir con ustedes.

-          Huye Elo, encuentra el momento ideal para escabullirte y vete de aquí.

 

-          Pero, eso es traición. ¡Me matarían!

 

-          No quedará nadie vivo de aquí para perseguirte chico, no quiero que mueras aquí. Huye y no lo pienses dos veces.

Y sin decir más nada se dirigió a las carpas de sus soldados. Con voz clara y firme encantó. – A todas las tropas de la segunda división, desde este momento soy su comandante. Tomen sus cosas y síganme, es hora de ensuciarnos un poco. – Mostrando en alto la orden del general en sus manos.

Los soldados sin cuestionarlo, acostumbrados a los cambios repentinos de mando, se levantaron cargando su equipo y emprendieron marcha hacía el río. La caminata fue silenciosa, sin quejas ni preguntas, cada soldado sabía el destino que los esperaba. Al llegar al río, se sumergieron en las aguas frías y pantanosas, emprendieron la senda hacía la entrada del campamento. Agachados apenas sacando la cabeza del agua, intentando ser lo más rápidos posible. La primera división no podrá soportar por mucho tiempo.

Al llegar al punto del río desde el cual emergerían para tomar la retaguardia de los mercenarios, se detuvieron. Tory se volteó a ver a sus hombres, fue mirándolos uno a uno, desconocía el nombre de la mayoría, sus edades, sus historias. – Atacaremos rápido, lastimarlos antes que reaccionen y aprovecharemos el elemento sorpresa. No dejen que la reputación de esos mercenarios los atemorice, son hombres, sangran como hombres y mueren como ellos.

Nadie contestó, nadie asintió, solo se quedaron allí quietos esperando la orden para avanzar y enfrentarse a la muerte un día más.

Con un gesto de la mano, Tory comando a la segunda división para avanzar. Con paso rápido y en silencio se dirigieron a la entrada del campamento donde la primera división se encontraba.

Pero allí no se los esperaban sus compañeros, casi ninguno de ellos se hallaba de pie. ¿Acaso habían tardado demasiado tiempo? No, imposible, su paso fue lo más veloz posible. ¿Qué salió mal? Tory se hacía mil preguntas y debía tomar una decisión rápida.

Identificó una sección de la primera división aún de pie junto a la entrada. – Segunda división, asistan a la primera división y ayúdenlos a retirarse. – Gritó Tory mientras desenfundaba su espada y comenzaba a correr hacía la batalla.

En el camino observó a un joven, no mucho mayor a Elo, que vestía la armadura blanca de los mercenarios de la nieve. Caminaba por el campo de batalla como si fuere una agradable tarde en el campo, con su espada guardada. Lo observó con cuidado, delgado, pálido, de cabellos amarillos y largos. Parecía distraído, un blanco fácil.

Tory disminuyo el paso, se acercó a él por detrás con su arma preparada y atacó. El joven se volteó a último momento y esquivó la embestida. Sin ver el instante en que desenvaino su espada, Tory sintió que sus piernas perdían fuerzas, su cuello sangraba y el joven mercenario se encontraba en su espalda.

Dejó caer su arma, cayó de rodillas primero y luego completamente al suelo. Ya sin fuerza, Tory comenzó a pensar, en su esposa, su hija, su granja y su hermoso árbol. El árbol donde había vivido su vida y en donde deseaba morir.